No renuncies a lo que un día fue tu sueño.
Todos tenemos sueños grandes, pequeños, medianos, no importa la dimensión pero lo que si importa es que todos hemos tenido, tenemos y tendremos sueños que anhelamos cumplir. Por ejemplo, recuerdo que en mis inicios como cristiano uno de mis sueños era predicar a los jóvenes, lo anhelaba tanto, veía como muchos lo hacían y yo le decía a Dios: “Permíteme el privilegio de poder hablar de de ti en un lenguaje popular y en donde toda la gente pueda comprender lo que quiero decir”. Era muy joven, tenía dieciséis años, tenías tantos sueños que cumplir. A esa misma edad, meses después Dios cumplió uno de mis sueños, tuve a mi cargo un grupo de jóvenes con los que compartí momentos que marcaron mi vida y quedaron en mi memoria para siempre. Muchos jóvenes conocieron a Cristo, hicimos tantas cosas para el Señor e invertí gran parte de mi juventud en lo que siempre fue mi sueño. Quizá tu sueño era un día estar cantando en tu congregación, quizá tocando un instrumento, a lo mejor enseñando a lo